Navalperal de Tormes, 16 de Mayo del 2009
Y tocaba quitarse la vaguería perra que traía conmigo desde el Atlas y después de un intento a Peñalara en que no me apeteció subir ya fuese por canal o no, en que salí en Gredos a la intentona por tercera vez a Galana y culpé al mal tiempo, a la nieve y al viento –que realmente sí hacía- para no moverme del refugio Elola…
¡¡GreDios me abre sus puertas y me vuelve a quitar la mala racha!!
Y es que éste Gredos, con nuestra estupenda relación, tenía que ser el punto de partida a mis continuas machacadas montañeras, qué leche. Y la pisapraos que suelo ser yo… Pues ya tenía que plantarme y decidir volver a pegarme una buena tunda, que nunca viene mal de vez en cuando, oye.
Y comenzamos crónica. Tocaba una de las míticas y famosas de Gredos, aún para mí desconocida hasta este día: Cinco Lagunas. Quedada con Ángel de Trotamontes y Rosita, mi musa de lo desconocido ya que con ella siempre conozco muchas zonas deseadas y en mi lista de rutas “Urgente por hacer” como ya nos ocurrió en Ocejón y la fantástica sierra de Ayllón.
A eso de las 10h nos ponemos los macutos y salimos desde el aparcamiento que sale bajando de Navalperal, sobre el río Tormes. Y comenzamos atravesando un par de veces el río y ascendiendo después de un cartel indicador hacia la derecha, con el río siempre hacia la misma dirección por un sendero pisadísimo, hermoso y con unas vistas hacia el Cabeza Nevada increíbles y cada vez mayores al circo al que nos iremos acercando.
Comemos algo y nos hacen la foto de rigor en estos casos.
Continuamos y ya el sendero se vuelve más abrupto, pasamos de andar a enriscarnos y a poner manos en algunos pasos como me gusta a mí.
Y el río baja con una fuerza abismal, se nota que estamos en época de deshielo, la mejor para hacer esta ruta y éstas cascadas son la viva muestra. Guapísimas.
Y aquí, tras los saltos de agua y subiendo por la izquierda, llegamos a la laguna de Majalaescoba, la zona que más me gustó de la ruta y de una belleza espectacular. Apuntado queda un vivac por allí, donde de hecho había un par de tiendas de campaña postradas en la praderita que rodea a toda la inmensa laguna.
Pero hay que seguir y no sólo queríamos ver ésta, que encima y sin saberlo hasta el momento de topármela y que Ángel lo comentara, no cuenta como ninguna de las cinco lagunas que dan nombre a la ruta.
Algo más adelante, dos más: Laguna Mediana y la del nombre más original, Brincalobitos. Bastante más pequeñas que la primera pero igual de hermosas aún con el agua más oscurecida, sin duda.
Y ya ansiosos por llegar a la quinta y a la mayor de todas...
...nos topamos con ella: Laguna Cimera. Prácticamente helada por completo y hallada en un enclave inmejorable, con el grandioso circo rodeándola, meciendo sus aguas y bajo la inquietante mirada de la cumbre que no se quería dejar dominar jamás: Galana.
Paradita para comer y deleitarnos como debe ser en estos casos. Nos quedamos flipados, los tres, y no sabemos a dónde mirar o dirigir la última ojeada. Qué sitio tan espectacular de Gredos, una de sus miles de joyas y con una belleza monumental.
Yo soy muy amiga de las altas cumbres, de los picos y alturas en general, pero desde luego toda esta zona me la patearé en muchas más ocasiones porque me ha encandilado de lo lindo a pesar de no ser lo más alto o ser en sí mismo una cima o montaña.
Absoluta y simplemente: paisaje, lugar y enclave de ensueño, hermoso y solitario, algo que también exijo a mis lugares predilectos.
Y tras el paréntesis, bajamos. Y somos Trotamontes, y queremos hacerlo notar; perdemos el sendero mil veces, bajamos por la peor zona empedrada, toca dar más de dos veces media vuelta y volver a ubicarnos en un lugar más propicio al descenso, sin neveros a ser posible y sin posibilidad de matarnos entre las piedras…
Adelantamos -ya en llano- a unos chicos acompañados de un perro, que a la que nos volvemos a desorientar del camino y estamos un rato y unos cuantos metros haciendo el gañán por otros senderos propios más dados al piorning, nos adelantan ellos, y así sucesivamente unas cuantas más hasta que juntos, casi a la vez, llegamos de nuevo a
Y la panorámica al marcharnos, no puede ser más llamativa y atrayente. Y no quisiera huir, ni partir de allí…
¡GRE – DiOS!
¿Para qué decir más? ¿Alguien necesita otro argumento para volver o no conocerlo?
En mi caso la respuesta está escrita y se antoja clara: este próximo fin de semana vuelvo con Celia y otros amigos para pasar noche.