martes, 18 de mayo de 2010

Primavereando con Gredos en el Cervunal/Cabeza Nevada

Ayer, lunes impar del también impar mayo, volví a Gredos y es que creo que después de dos meses, ya tocaba hacerlo ¿verdad?

Juan Carlos quería despedir la nieve como debe hacerse (pisándola) y yo le propuse algo que ya teníamos pendiente desde hacía su tiempo: Cabeza Nevada o Cervunal. Al momento lo tuvimos claro.

Madrugón fino y más que nunca, debo decir que hasta doloroso, pero que luego nunca defrauda, desde luego.
Nos plantamos en la plataforma de Hoyos del Espino, algo antes de las 8am y empezamos a tirar al Circo con ya un calor notable y con un día que prometía dárselas de bueno, así a primeras.

No sé a qué hora exactamente, pero prontito y ligeros ya estábamos bastante cerquita de la Laguna Grande, decidiendo sobre qué hacer y más que nada por dónde tirar, pensando si pisar mucha nieve, dudando sobre el estado de la misma, también comentando el riesgo de posibles aludes por la zona del que todo el mundo habla, aunque a decir verdad eso nos tenía poco preocupados... ¡y quisimos tocar las nubes y disipar las dudas e intentarlo sí o sí!


La verdad que la subida nos costó un pelín, y no por que fuese complicada precisamente, si no por el cansancio y la falta de horas dormidas del fin de semana; también porque nos íbamos parando de a pocos a hacer nuevas fotos y a contemplar todo el espectáculo que teníamos en los alrededores y sobre nuestras cabezas, aún...


Sin acercarnos a las dos canales que llevan a la Portilla del Pluviómetro temiendo que la nieve estuviese en mal estado, tiramos a la derecha, cordal arriba entre piornos, agua, prados, rocas y nieve ya muy caduca y decrépita que nos habría, en algunos metros de desnivel, de llevar directitos a cumbre.

Y básicamente así fue, despacito y sin mucha prisa, sobre las 14h o así, salimos al collado principal y ya a la derecha, tienes a pocos metros el hito enorme de cima.
Fotitos, Azofaifa, camiseta del VKaos, recuerdos y gritos en silencio, y muy especialmente a Lucrisea-Cristina que se llevó la principal memoria en la cima…

Y comida allí mismo (eché de menos las tortillas de Josefina, de quien también me acordé), ya que el tiempo estaba de enhorabuena y nos permitió celebrarlo con él y con su cielo más azul y sin nubes apenas.
Primavereamos con el Gredos más amable, hermoso y simpático. ¡Si hasta apenas practicamos piorning!


Todas las cimas del entorno nos miraban compinchados con nosotros. Y la Galana, que cerquita la teníamos ¡hasta también!


Yo que ya en la subida había propuesto a Juan Carlos descender por el cordal principal de la cumbre, dirección Navalperal de Tormes, entre las gargantas del Pinar y Gredos ya que me moría por conocerlo desde hacía ya… es lo que hice, mientras él comentó que ante el riesgo de que no nos cogiera ningún coche para volver a la Plataforma, y menos montañeando de lunes como andábamos por la zona, él decidió bajar por la canal que nos habíamos evitado en la subida para así hacerse una circular también a la cumbre y llevarse otras perspectivas diferentes.

¡Dicho y hecho!

Mientras yo estudiaba desde arriba la bajada que no conocía, en la cumbre nos separamos por mutuo acuerdo y fiándonos plenamente de los caminos que habíamos escogido cada uno, el que bajara antes esperaría al otro en Navalperal de Tormes, sin mayores problemas.

En la bajada, aproveché la nieve hasta puede decirse el último metro, que me hizo todo mucho más cómodo, ya que bajé haciendo culo-ski a propósito y directamente esquiando sobre las botas también. Una verdadera gozada ya que la pillé en perfecto estado y no demasiado blanda dado el lorenzo que pegaba y la hora que era.



No sé lo que tardé, pero en menos de una hora seguro y ya después por alguna pedrera para evitarme piornos, ya estaba arrimándome a echar un ojo al chozo del Cervunal y asomándome a un lado y otro para ver bien los dos valles desde bastante arriba aún.
Lo que me dejé en el tintero fue la foto a la laguna, pero es que la dejé no sé ni dónde, la verdad. Y aunque la busqué, tampoco puse mucho entusiasmo en ella, la verdad.

Azo se retrató en el chozo y también nos cruzamos con un simpático amigo que hasta quiso quedarse quieto y posó para nosotras.

Concentrada en no perder el camino y no empiornarme más de la cuenta (cosa que finalmente no hice siquiera por suerte), en esta zona de pradera dado que todo estaba encharcado y repleto de regatos de agua, pequeñas lagunillas y hasta cabras por doquier que parecían no hacerme ni caso, hice la senda a mi antojo, y ya una vez pasada la pradera, la verdad que estaba bien hitado y muy marcado y fui siempre por él sin perderle nunca hasta el mismo cruce de ríos y valles.

El descenso se me hizo corto a pesar de la longitud que tiene, pero lo disfruté al máximo en soledad. Tenía una cuenta pendiente y algún mal recuerdo que otro en la zona de Cinco Lagunas y la Garganta del Pinar, y la verdad que pude zanjarlo de la mejor de las maneras, y hasta llevándome la primera impresión propia de la también Garganta de Gredos, que siempre tuve a mi derecha y me pareció impresionante; iba directa a los cielos del Circo y como el Pinar, hasta de la manera más humilde y con una lozanía más que transparente.


Y cuando ya quería dejar la mente en blanco y dejarme dulcemente enloquecer con la belleza del lugar y la paz y tranquilidad que se respiraba desde que iniciase el descenso, me topé de repente con el último repecho de bajada y con el chozo circular que une o separa los dos valles y con el pueblo de Navalperal a un tiro de piedra.

Llegando a él sudando la gota gorda y refrescándome con cada nueva fuente que la naturaleza me brindaba, me crucé con unos burritos muy guapos...
...y me paré unos minutos a hablar con unos paisanos que apenas conocían el Cabeza Nevada pero sí, y de sobra, el Cervunal de donde yo les expliqué que venía.
Dejándoles con la palabra en la boca cuando me contaban cosas de la sierra más que interesantes y no menos asombrosas, temiéndome que ya hubiese llegado Juan Carlos y por no hacerle esperar demasiado, subí al pueblo y me acerqué a la iglesia y plaza donde habíamos concretado la vuelta. Como no estaba, tiré los bártulos y me quedé junto a la marquesina de los autobuses de Ávila y Barco y allí me quedé esperando, tomando el sol y picando algo entre medias.

Algunas personas del pueblo me preguntaban de todo y hasta paró una furgoneta diciéndome que el bus de Ávila ya había pasado, que no había ningún otro hasta el día siguiente, si me acercaban a algún lado, etc. La menos preocupada era yo misma desde luego, hasta que dieron las 20h y Juan Carlos seguía sin aparecer y hasta la chica de la farmacia, Patricia, me ofreció el teléfono para intentar llamarle o ver si tenía cobertura y tal, dado que mi teléfono estaba en el coche…
No me sabía su número así que lo intenté llamando a Rafa, pero a la primera me confundí ya que me bailaba un número, y a la segunda no me contestó ni el silencio ya que enseguida me saltaba una voz de Orange o no sé quién…

Nosotros calculamos unas cuatro horas de bajada con mucho margen para ambos, y claro, me parecía tardar demasiado. Yo llegué al pueblo sobre las 18:30h y pensé que ya no debería tardar mucho, pero lo hacía, entonces… La buena de Patricia de Navacepeda de Tormes se ofreció y casi me obligó a subir a su coche porque claro, allí no iba a hacer nada más que esperar y esperar y esperar.

Hasta me bajó al parking del río Tormes (donde empiezan las rutas, sí) para ver si había llegado pero nos hubiésemos cruzado o lo que fuese, volvió a subir por la plaza de la iglesia y nada, y ya en ésas, decidimos tirar hacia Hoyos, a ver si nos cruzábamos con él en la carretera.

Por poco sí, o al menos eso nos pareció ya que nos confundimos con un 4x4 también plateado en una curva de la carretera y Patricia, muerta de vergüenza, hasta se notó que aceleró como si el conductor nos fuese a ver o a perseguir… Qué show.

En el pueblo de Hoyos, como yo ya imaginaba tampoco había rastro del coche, así que ya tiramos para la Plataforma.
Yo le iba comentando a Patri, que en caso de que el coche sí estuviese, yo iba a tirar por la autopista Plataforma-Laguna para ver si me le cruzaba, que tenía frontal y que no iba muy cansada para subir en caso de que hubiese pasado algo o se retrasase más, y a una mala me podría hasta quedar en la zona libre del Elola, en el caso también de que hubiese mantas, que creo recordar que no, pero bueno... Ella estaba diciéndome que no, que era jugarme yo el tipo si no tenía saco de dormir, mucha comida, ni nada, y que lo mejor era llamar al Greim (no sé a quién, pero al Greim).

Cuando ya justo entramos en la Plataforma, y hasta pareciendo de coña la estampa, vemos el coche de Juan Carlos ya en movimiento y le empezamos a dar las largas y a pitarle. Él, que justo salía del aparcamiento y se daba la vuelta para salir en la dirección correcta, se pegó un pequeño susto cuando vio que alguien se cruzaba en su camino y era el mismo coche que le había hecho señales, sin motivo aparente.

Ya bajados de los coches, riéndonos los tres por lo acontecido y viendo que lo único que había ocurrido era que se había empiornado bastante en la bajada, que no pudo bajar por la canal que pensamos, porque a diferencia mía, la nieve de esa zona sí estaba en mal estado y no pudo bajar por ella dado el peligro que corría, por eso le tocó volver arriba, bajar por donde habíamos subido, volver a subir a la Laguna, y sobre todo, la odiosa y eterna cuesta de los Barrerones y la bajada a la Plataforma…

Nos despedimos de Patricia, que ella marchó encantada y sonriente después de haberme ayudado, y yo muy agradecida también por todo lo que hizo y se había preocupado de la situación, concretamos en que cuando volviese al pueblo, pasaría a saludarla para tomar un café al menos.
Me cambié de calzado rápidamente, y empezamos a tirar hacia Madrid, contándonos nuestras respectivas bajadas y experiencias muy contentos, enamorados un día más del querido Gredos y con la cumbre del Cabeza Nevada en nuestros bolsillos y con las imágenes de la cima y del recorrido eternamente en las retinas y la mente.

Pd: Lucri, te eché de menos, Mari.