VIERNES, 9 de SEPTIEMBRE de 2011
Me desperezo de las últimas. Otra noche larguísima y horrible... Hemos dormido también unos cuantos juntos, aunque no tantos como en Mottets, pero entre la tos crónica de un oriental, que si otro de sus compatriotas de paseo cada dos horas o menos al baño, el de abajo de mi litera que roncaba y no dejaba de moverse... Oséase, que si dije que quería dormir, éste no ha sido mi mejor viaje para ello desde luego. Ni el Elena, mi refugio.
Me levanto a desayunar y lo hago sola ya que Dawn y Steve me han tomado la delantera y cuando yo subía al comedor ellos ya bajaban a preparar sus petates. No hay problema, demuestro mi sociabilidad y me pongo a hablar con una de las camareras de anoche, muy maja y simpática ella, que hasta termina por sentarse a hacerme compañía. Hasta intercambiamos unas palabrejas en spanglish-italian. ¡¡Olé por ella!!
Termino, y cuando vuelvo a la habitación, ayudo a otra de sus compañeras a ventilar un poco la habitación abriendo las ventanas. Hoy vuelvo a ser de las últimas... ¡Y no lo hago nunca a propósito!
Sobre las 8:30h tiro para afuera ya con todo preparado, enciendo el GPS y hago las primeras fotos del día. Ésta, bandera italiana ondeando feliz, desde el balcón del refugio
Y comenzamos, cómo no, de nuevo subiendo
...Subiendo al Grand Col Ferret y con el sol bastante arriba ya como vemos. Aquí, una mirada atrás, al caminito de ayer desde Col de la Seigne y parte del Valle de Aosta en todo su esplendor
Y el Glacier Pré de Bar, con un día precioso y de cielos azules
E incluso, adelantando a gente en la subida, que no se me ha antojado nada pesada ni larga (eran poco más de 500m de desnivel), me planto en el collado. Aquí, llegando
Grand Col Ferret, a 2.537 metros de altitud, frontera natural entre Italia y Suiza
Atrás queda Italia, bellísima y vieja conocida toda ella, y sus alpinas, bien plantadas y con mucha clase, montañas de Alpes
Y de novísima visión, empezamos a contemplar y a deambular por el cantón suizo del Valais. Un pedazo de cielo convertido en tierra con unas montañas siempre famosas, qué duda puede caber del nuevo país: ¡Suiza!
Ya en la bajada, una mirada atrás nunca viene mal, aunque siempre sepa a despedida...
Vaquitas de Milka suizas con espectaculares fondos
Y bajando a buen ritmo, me planto en La Peule, una pequeña granja donde hay cientos de animales de todo tipo y la primera prueba de que me hallo en Suiza, el elemento común más típico de este país cantonal: su bandera izada en lo alto de un poste
Aquí, a quienes adelanté en la bajada desde el collado del Gran Ferret, espero a Dawn y Steve, que imagino que también pararán aquí, y como les prometí ayer en la cena, les invito a lomo ibérico de Salamanca que nunca han probado. Les encanta, y tras probar tan rico manjar según ellos, nos hacemos unas fotos juntos con todas las cámaras disponibles
Qué altos son los jodíos... ¡Estos californianos!
Ellos continúan caminando después de la parada, y yo me quedo un rato más contemplando el paisaje y comiendo chocolate como postre. El sitio es flipante y quiero disfrutarlo.
Pasan unos diez minutos más y continúo dirección Ferret, caminando a media ladera donde las vistas a cualquier lado superan con creces lo que ya traía en mente del país suizo
La localidad de Ferret, ya cercana
Aquí, hasta los árboles y los bosques parecen hablar...
¡Ah, no! Es un cartel de ánimo para un padre. Había algunos más en la bajada...
Cruzamos un río...
...Y nos plantamos en Ferret
Una pequeña población con bar, parada de autobuses y con detalles y casas inimaginables. Sacadas de cuento muchas de ellas
Ahora empiezo a entender porqué me llaman Heidi, después de ver estas adorables casas en mitad de los Alpes, como si de cualquiera de ellas pudiese aparecer ella misma, su abuelito o Niebla comiendo caracoles. O una de sus miles de ovejas y cabras junto a Pedro, el pastorcillo del valle.
Junto a otros franceses que también durmieron en el refugio Elena esta noche, espero el autobús que nos subirá a Orsiéres y a Champex. Hoy será un día corto, y veo que no sólo para mi. Todos empezamos a notar ya el cansancio y a parte, hoy hace un calor extremo, más a estas horas de la tarde. Son cerca de las 13h. Yo no me noto muy cansada, para nada de hecho, pero sí echo de menos a personitas que pudieran caminar conmigo y que la motivación fuese un poco in crescendo...
El autobús sale a menos cuarto, y hace paradas por todos los pueblos y casas que aparecen por azar en la estrecha y sinuoso carretera. Yo no puedo dejar de mirar por la ventana y observar detenidamente la vida de los diferentes lugares. Por un momento, hasta parece que me olvido de mirar hacia arriba y ver sólo a las montañas. Suiza es tan bonita, con sus casas coloridas y su particular amabilidad de sus gentes, que te puedes olvidar de todo lo demás muy fácilmente.
En el autobús iremos aproximadamente diez montañeros, todos ellos haciendo el TMB y de caras más o menos conocidas, pero en una parada, de repente, se suben como quince niños y niñas de entre 5 y 7 años que convierten el autobús en un algarabío y una juerga particular de cada uno de ellos, y como si de un parque infantil se tratara, lo toman por completo. Se suben y se bajan de los asientos, no paran de corretear por el pasillo, de subir y bajar las escaleras de salida, justo donde ando yo sentada. Gritan.
Unas niñas más pequeñas cambian una especie de cartas de colores, los demás juegan al pilla-pilla donde claro, les queda un poco raro el juego dado lo estrecho del lugar.
Una niña, con mirada clara y pelo castaño me saluda, se sienta conmigo y me da la mano sin yo decirla nada. Qué maravilla, de verdad. Me dice su nombre en francés y alguna frase más, que por desgracia no entiendo.
Se llama Denise. Yo también me presento y me vuelve a dar la mano. ¡Bendita educación!
Otros dos, más rebeldes y por atrás, juguetean con mi coleta y me quitan la cámara de fotos entre risas. Les dejo mis bastones de trekking, que los cambio por mi cámara cuando no se dan mucha cuenta, y les digo que los pueden usar como espadas, pero con cuidado no se lastimen o dañen a otros niños. Dicho y hecho, se ponen como locos a jugar con ellos, también compartiéndolos con otros chiquillos más.
Entre parada y parada, niños y niñas siguen subiendo al autobús, que parece no tener problema de cupo. Los niños, muchos de ellos esperan solos en la parada correspondiente, con un chalequito fosforito más que visible para los coches y los residentes de la zona, y el propio conductor es quien baja y les ayuda a subir.
Acuden al colegio en Orsiéres, el único del lugar, como me dice otra niña algo más mayor que no lleva el chaleco fosforescente y que también ha subido con su hermana Daniela, que parece entretenida hojeando un libro con otra amiga.
Menudo viaje más entretenido. De los que no olvidas nunca, seguro.
Paramos en Orsiéres, y esto parece el desembarco de Normandía; decenas de niños descienden a gritos del bus y se empiezan a juntar en dos grupos que dirigen dos chicas jóvenes, quizá sus propias profesoras.
Bajo con los últimos niños, que me devuelven los bastones repartidos entre unos y otros que ya ni recordaba, y en menos de un minuto han desaparecido calle abajo.
La calle se queda tranquila y yo aún sigo con la sonrisa en la boca. Converso algo con los franceses, y también me dicen que van a Champex, que hoy su día es más relajado. Hemos pensado lo mismo...
Orsiéres tiene pinta de ser más grande, pero con ello, menos bonito y con menor encanto. Mucha gente viene aquí a pasar sus vacaciones.
El autobús volverá en 25 minutos...
La estación de tren de Orsiéres
Y una ventana al mundo. ¡Parapente en directo! Envidiable
Vuelve el autobús con el mismo conductor que nos recogió en Ferret y más tranquilo quizá ahora que no hay niños, nos lleva a Champex-Lac, a donde se llega por una carretera empinada, pequeñísima y con dos sentidos de dirección. A mi esto suele gustarme y estoy acostumbrada, pero viendo la cara de Charlotte, a ella no le hace mucha gracia.
En cuanto pillamos una curva cerrada o subimos una recta con una mediana inclinación, a veces mete un gritito bastante agudo que nos deja sordos o en mi caso, me da por reírme en bajito y procurando que no me vea... Un saludo a Charlotte desde aquí.
Nos plantamos en Champex, y yo continúo carretera arriba unos 15 min. para llegar a la gîte de Bon Abri, en Champex d'en Haut donde tengo reserva.
Llego sin problemas, atravesando incluso un tramo de bosque que ya es comienzo de la Ruta Bovina, la que continuaré mañana y que también tiene los desvíos de Arpette, para quien quiera continuar por esa variante.
Me ducho, tiro mis pantalones que durante años me han acompañado pero ya están para el arrastre, con lástima, y subo a Champex a comer, a hacer tiempo para la cena y por supuesto, a conocerlo porque es precioso por lo poquito que he visto y sé y a hacer unas fotos.
Refuge y Gîte de etape Bon Abri
Y sus vistas
Switzerland is different
Recorriendo la fantástica Champex-Lac, con su laguito, sus barquitas de alquiler en plan Retiro en Madrid, sus restaurantes, su maravillosa gente que siempre te saluda al pasar, te preguntan, te prestan su ayuda... ¡El país más limpio, civilizado y educado del mundo!
Me he quedado anonadada con sus calles, su gente, sus iglesias (católica y protestante por si fuera poco) y su todo, básicamente.
Me han repartido números de teléfono por si me pasaba algo, porque según ellos, viajar sola y más transitando montes puede ser peligroso. ¡Toma ya! Que se lo digan a mi madre, a ver qué opina...
Menos mal que no he venido a ligar a los Alpes que sino, hubiera sido un gran comienzo jajaja
Dan las 18:30h y tras unas compras y relacionarme con los primeros francos en monedas, subo de nuevo a Bon Abri para cenar.
Ceno sola, aunque en el comedor hay unas ocho personas bastante más mayores, que también dormirán conmigo. Apenas hablamos, me miran y supongo se extrañarán con mi presencia allí, no lo sé. Yo estoy leyendo la poca información que tengo de la Bovine Route y a ver qué me depara mañana el día, porque veo que la ruta tiene pinta de estar más que indicada, como todo aquí, pero lo que es yo, tengo poquita información.
Termino de cenar: hubo caldo de verduras, ¡por fin! una maravillosa ensalada, de segundo, una especie de carne poco hecha con pimientos, que me da corte pedir que la hagan más y apenas la toco, y tarta de manzana con pasas y queso, mucho queso en mi caso porque me pusieron una bandeja grande (igual pensaron que éramos más personas) y no dudé en comerla entera, sin prisa, mirando por la ventana el atardecer.
Acaricié un buen rato a uno de los gatos del albergue, y paseé por el bosque antes de irme a dormir para bajar la cena mirando al cielo y otear las montañas que sí, efectivamente vistas desde abajo parecen inmensas, lejanas, intocables e impenetrables, pero estando en ellas, no lo parecen tanto. Me gustan cada día más. Qué curioso.
Supongo que mañana, aunque no sepa qué ruta apenas voy a seguir ni por dónde voy a pasar o qué voy a ver o a quién pueda conocer, seguiré por ellas y entre ellas y continuaré enamorándome un poquito más; eso es lo único que tengo claro del día de mañana...
El trackatrá gepesero: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2034449
martes, 27 de septiembre de 2011
viernes, 23 de septiembre de 2011
Tour del Mont Blanc III: Refuge Mottets - Courmayeur - Rifugio Elena
JUEVES, 8 de SEPTIEMBRE de 2011
La noche se hace larga y pesada en Mottets. Dormimos unas 50 personas juntas en la misma habitación, y eso no es beneficioso para nadie. El que no ronca, no deja de moverse, y el que no se mueve, se levanta y empieza a iluminar con el frontal y a volver loco al resto. El que no se levanta con frontal, sale sin luz y no hace más que chocarse con los petates de los demás y claro, tropezarse e incluso yo creo que hubo un par o dos pares de caídas...
Para colmo, a eso de la 1 de la mañana, aparece un grupo de unas 6 personas que con sus mochilas, sus botas y todo el equipo sin deshacer no hacen más que pasearse de un lado a otro del cuarto y claro, se empiezan a oír voces en francés sobre todo que piden silencio y respeto para los que llevamos ya unas tres horas (algunos más que otros) en los sacos...
Ann y yo, con Nils en el lateral, lejos de mosquearnos y chistarles o decirles nada, empezamos a reírnos:
- Aquí hoy, está claro que no dormimos -comento yo en inglés.
- Igualito que en Borrant, ahí abajo, donde ayer- nos contesta Nils.
Y así fue, tras unos veinte minutos los 6 o los que fueran se acostaron y dejaron de dar por ....... pero claro, aún así había otros 50 más, y ya se sabe. Un show de noche, vamos. Al menos, llueve y eso relaja un poco el ambiente general y ayuda a muchas personas a conciliar el sueño y la paz perdida con la llegada de los "intrusos". Yo, ajena a las discusiones, no pego ojo pero sí me relajo con el sonido del agua en las claraboyas y cristales del refugio.
Cuando nos levantamos a desayunar y a vestirnos, se ha limpiado el cielo de nubes y está muy despejado. Hoy tiene pinta de que brillará el sol.
El Glacier des Glacieres, por fin se deja ver la cara sin tapujos y se muestra con todo su esplendor. Es precioso, no hay duda
Sobre las 8:05, saliendo de las últimas para ser fiel a las buenas maneras, dejo a Nils y a Ann todavía haciendo la mochila y me adelanto esperando verles más adelante, cosa que no fue así y que lamento pues sí me hubiera gustado hacerme una mínima foto con ellos y un abrazo de despedida, no pudo ser...
Aquí, Glacieres con un hermoso cielo dominando el día
Hacia el Col de la Seigne, subiendo que es lo mío. Atravieso un pequeño riachuelo y echo un vistazo atrás. Aún puede verse el Col de Fours por donde pasara ayer
Sobre las 9:35 me planto en Col de la Seigne, fronteral natural entre Francia e Italia a 2.515m. Un impresionante balcón al país "adoptivo" de mi hermana y al Valle de Aosta, donde ahora entramos. Mucho más que impresionantes las vistas al macizo desde aquí: todo ello parecen unas puertas y murallas infraqueables.
Y el omnipresente rey, que sin su trono no sería nadie, desde aquí algo más altivo y prepotente, en definitiva, más alpino y serio, el Mont Blanc o Monte Bianco (que ya hemos entrado en tierras ítalas). Para mi, en su mejor perspectiva con sus 4.807m de altitud. Alucinante, no hay palabras
En el collado también se puede ver una simpática tabla de orientación, muy "a la italiana", apenas vienen los nombres de las montañas de alrededor, dato que sería bastante interesante estando aquí, pero vienen nombres de ciudades u otros montes que desde aquí no son visibles, por cierto
Madrid, a 1.616 kilómetros de distancia, París, Londres, Viena, Roma, Casablanca o Amsterdam son sólo algunos ejemplos más
Azofaifa y una misma, posando para la posteridad en esta alucinante balconada
Hace muchísimo viento, y entre haz fotos, que te las hagan, ponte bien y quédate quieto, saludar a los holandeses y la alemana de la cena, que estaban ya arriba cuando yo subí y demás gente, me he tirado una media hora aquí arriba. No me extraña, el espectáculo no merece menos y como en buena parte de la bajada lo voy a seguir manteniendo y a parte como aquí no me voy ni me puedo quedar -¡que más quisiera una!- tiro corriendo para abajo para volver a entrar en calor, adelantando a unos cuantos y dejándome atrás a algunos amigos en el camino... Un abrazo a tod@s ell@s.
Bajando ya y en pocos minutos me planto en la Caserte, una especie de refugio libre para casos de mal tiempo
Ni paro apenas, continúo corriendo y como ya voy entrando en calor de nuevo, continúo caminando, disfrutando más que nunca si eso puede ser y haciendo fotos. Qué gran espectáculo de altura, belleza y alpinismo del bueno y del puro nos muestra la primera parte italiana.
Monte Bianco, imponente todo él y dueño de sempiternas nieves, sobre unas casas de ganado en ruinas
Una de las mil vacas Milka que pasta por la zona
Antiguas zonas e instalaciones mineras en los alrededores del Refugio Elisabetta
Glaciar Lex Blanche
Ya casi llegando al Lago Combal, el Mont Blanc va quedando atrás, sumido en sus propios pensamientos y laberintos poco accesibles de hielo, acariciado por nubes blancas, como su imponente traje
Lago Combal
Desde aquí, bajando tres kilómetros por pista paralela al torrente del Dora du Veny, se baja a una zona de párking y donde tomo un autobús a Coumayeur, me apetece conocer la ciudad del alpinismo en Italia y comer allí.
De coña, justo sale a las 13:05 y yo llego sobre menos cinco, así que apenas me toca esperar y unos chiquillos se me acercan para jugar con Azofaifa, que me la ven colgada del macuto y quieren cogerla. No hablan bien inglés así que no podemos hablar mucho aunque con algo de español e italiano conseguimos entendernos. Qué sencillo resulta con los críos, da gusto.
Me despido de ellos y su abuela, otro encanto, y subo al autobús que en nada de tiempo me planta en el centro de Courmayeur.
No es comparable con Chamonix, porque a pesar de tener turistas y gente también por doquier, la gente te saluda al pasar, se preocupan y te preguntan, la gente no va tan "a su rollo" en definitiva y tiene otro tipo de encanto, quizá algo más rural porque es más pequeña. Me sentí incluso más a gusto en Courmayeur, a pesar de que estuve pocas horas en ella. Está rodeada de montañas, no tan altas ni tan impresionantes como las de Chamonix pero por todos y todas es sabido que no sólo el tamaño es lo que importa... jeje
Y encima, no hay casi teleféricos como en Francia, algo que acerca el alpinismo y el montañismo a la gente sí, pero empequeñece el tamaño real de las montañas, y por supuesto, las afea y maquilla muchísimo.
Una calle de Courmayeur
Tras comer en un restaurante italiano, hacer algunas fotos y comprar alguna cosa, vuelvo a la estación de autobuses para subir a Arpnouva y ya de ahí, subir hacia el Refugio Elena donde dormiré hoy.
Arpnouva
Subiendo al Refugio Elena
Llegada al refugio, a escasos 45 minutos desde Arpnouva
Sobre el balcón del refugio, mirando hacia el Glaciar Pré de Bar
Voy directa a la ducha, a escribir el diario de ruta del día mirando por la ventana y ya en la cena, siempre a las 19h, conozco a Dawn y Steve, californianos residentes en París y que realizan el TMB por primera vez como yo. Dawn es simpatiquísima, profesora de arte y no deja de hacer bromas. Steve, más tímido pero también encantador, me cuenta que es profesor de tenis en la capital francesa.
Comemos un plato de pasta con queso y tomate, Steve toma dos que devora al instante, y de segundo una especie de pastel de patatas, con lomo y otro pisto no manchego, italiano esta vez. Yo regalo el lomo a Dawn, y repito "pastel" de patatas y pisto. Yo termino vegetariana, lo sé...
De postre, tartaleta de manzana y moras y el que nunca desaparece, el queso, todo estupendo. Para recuperar fuerzas y que durmamos calentitos debe ser, a todos nos ofrecen un chupito de algo transparente que sabe a horrores, es fortísimo y que sólo Dawn entre broma y broma es capaz de tragar. Cuando nos dicen que si queremos repetir, nuestra cara debió ser un poema porque las camareras enseguida nos ofrecieron más postre (los tres repetimos, sobre todo para quitarnos el mal sabor de boca) y té o café.
Hacemos sobremesa y yo me levanto a hacer algunas fotos desde el balcón-mirador del refugio. Hace mucho frío y viento frente al glaciar y no tardo mucho en meterme dentro con el resto.
Hoy me he propuesto dormir y me acurruco de las primeras entre las sábanas.
¡Ah! El trackatrá del GPS de los tres primeros días: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2034352
La noche se hace larga y pesada en Mottets. Dormimos unas 50 personas juntas en la misma habitación, y eso no es beneficioso para nadie. El que no ronca, no deja de moverse, y el que no se mueve, se levanta y empieza a iluminar con el frontal y a volver loco al resto. El que no se levanta con frontal, sale sin luz y no hace más que chocarse con los petates de los demás y claro, tropezarse e incluso yo creo que hubo un par o dos pares de caídas...
Para colmo, a eso de la 1 de la mañana, aparece un grupo de unas 6 personas que con sus mochilas, sus botas y todo el equipo sin deshacer no hacen más que pasearse de un lado a otro del cuarto y claro, se empiezan a oír voces en francés sobre todo que piden silencio y respeto para los que llevamos ya unas tres horas (algunos más que otros) en los sacos...
Ann y yo, con Nils en el lateral, lejos de mosquearnos y chistarles o decirles nada, empezamos a reírnos:
- Aquí hoy, está claro que no dormimos -comento yo en inglés.
- Igualito que en Borrant, ahí abajo, donde ayer- nos contesta Nils.
Y así fue, tras unos veinte minutos los 6 o los que fueran se acostaron y dejaron de dar por ....... pero claro, aún así había otros 50 más, y ya se sabe. Un show de noche, vamos. Al menos, llueve y eso relaja un poco el ambiente general y ayuda a muchas personas a conciliar el sueño y la paz perdida con la llegada de los "intrusos". Yo, ajena a las discusiones, no pego ojo pero sí me relajo con el sonido del agua en las claraboyas y cristales del refugio.
Cuando nos levantamos a desayunar y a vestirnos, se ha limpiado el cielo de nubes y está muy despejado. Hoy tiene pinta de que brillará el sol.
El Glacier des Glacieres, por fin se deja ver la cara sin tapujos y se muestra con todo su esplendor. Es precioso, no hay duda
Sobre las 8:05, saliendo de las últimas para ser fiel a las buenas maneras, dejo a Nils y a Ann todavía haciendo la mochila y me adelanto esperando verles más adelante, cosa que no fue así y que lamento pues sí me hubiera gustado hacerme una mínima foto con ellos y un abrazo de despedida, no pudo ser...
Aquí, Glacieres con un hermoso cielo dominando el día
Hacia el Col de la Seigne, subiendo que es lo mío. Atravieso un pequeño riachuelo y echo un vistazo atrás. Aún puede verse el Col de Fours por donde pasara ayer
Sobre las 9:35 me planto en Col de la Seigne, fronteral natural entre Francia e Italia a 2.515m. Un impresionante balcón al país "adoptivo" de mi hermana y al Valle de Aosta, donde ahora entramos. Mucho más que impresionantes las vistas al macizo desde aquí: todo ello parecen unas puertas y murallas infraqueables.
Y el omnipresente rey, que sin su trono no sería nadie, desde aquí algo más altivo y prepotente, en definitiva, más alpino y serio, el Mont Blanc o Monte Bianco (que ya hemos entrado en tierras ítalas). Para mi, en su mejor perspectiva con sus 4.807m de altitud. Alucinante, no hay palabras
En el collado también se puede ver una simpática tabla de orientación, muy "a la italiana", apenas vienen los nombres de las montañas de alrededor, dato que sería bastante interesante estando aquí, pero vienen nombres de ciudades u otros montes que desde aquí no son visibles, por cierto
Madrid, a 1.616 kilómetros de distancia, París, Londres, Viena, Roma, Casablanca o Amsterdam son sólo algunos ejemplos más
Azofaifa y una misma, posando para la posteridad en esta alucinante balconada
Hace muchísimo viento, y entre haz fotos, que te las hagan, ponte bien y quédate quieto, saludar a los holandeses y la alemana de la cena, que estaban ya arriba cuando yo subí y demás gente, me he tirado una media hora aquí arriba. No me extraña, el espectáculo no merece menos y como en buena parte de la bajada lo voy a seguir manteniendo y a parte como aquí no me voy ni me puedo quedar -¡que más quisiera una!- tiro corriendo para abajo para volver a entrar en calor, adelantando a unos cuantos y dejándome atrás a algunos amigos en el camino... Un abrazo a tod@s ell@s.
Bajando ya y en pocos minutos me planto en la Caserte, una especie de refugio libre para casos de mal tiempo
Ni paro apenas, continúo corriendo y como ya voy entrando en calor de nuevo, continúo caminando, disfrutando más que nunca si eso puede ser y haciendo fotos. Qué gran espectáculo de altura, belleza y alpinismo del bueno y del puro nos muestra la primera parte italiana.
Monte Bianco, imponente todo él y dueño de sempiternas nieves, sobre unas casas de ganado en ruinas
Una de las mil vacas Milka que pasta por la zona
Antiguas zonas e instalaciones mineras en los alrededores del Refugio Elisabetta
Glaciar Lex Blanche
Ya casi llegando al Lago Combal, el Mont Blanc va quedando atrás, sumido en sus propios pensamientos y laberintos poco accesibles de hielo, acariciado por nubes blancas, como su imponente traje
Lago Combal
Desde aquí, bajando tres kilómetros por pista paralela al torrente del Dora du Veny, se baja a una zona de párking y donde tomo un autobús a Coumayeur, me apetece conocer la ciudad del alpinismo en Italia y comer allí.
De coña, justo sale a las 13:05 y yo llego sobre menos cinco, así que apenas me toca esperar y unos chiquillos se me acercan para jugar con Azofaifa, que me la ven colgada del macuto y quieren cogerla. No hablan bien inglés así que no podemos hablar mucho aunque con algo de español e italiano conseguimos entendernos. Qué sencillo resulta con los críos, da gusto.
Me despido de ellos y su abuela, otro encanto, y subo al autobús que en nada de tiempo me planta en el centro de Courmayeur.
No es comparable con Chamonix, porque a pesar de tener turistas y gente también por doquier, la gente te saluda al pasar, se preocupan y te preguntan, la gente no va tan "a su rollo" en definitiva y tiene otro tipo de encanto, quizá algo más rural porque es más pequeña. Me sentí incluso más a gusto en Courmayeur, a pesar de que estuve pocas horas en ella. Está rodeada de montañas, no tan altas ni tan impresionantes como las de Chamonix pero por todos y todas es sabido que no sólo el tamaño es lo que importa... jeje
Y encima, no hay casi teleféricos como en Francia, algo que acerca el alpinismo y el montañismo a la gente sí, pero empequeñece el tamaño real de las montañas, y por supuesto, las afea y maquilla muchísimo.
Una calle de Courmayeur
Tras comer en un restaurante italiano, hacer algunas fotos y comprar alguna cosa, vuelvo a la estación de autobuses para subir a Arpnouva y ya de ahí, subir hacia el Refugio Elena donde dormiré hoy.
Arpnouva
Subiendo al Refugio Elena
Llegada al refugio, a escasos 45 minutos desde Arpnouva
Sobre el balcón del refugio, mirando hacia el Glaciar Pré de Bar
Voy directa a la ducha, a escribir el diario de ruta del día mirando por la ventana y ya en la cena, siempre a las 19h, conozco a Dawn y Steve, californianos residentes en París y que realizan el TMB por primera vez como yo. Dawn es simpatiquísima, profesora de arte y no deja de hacer bromas. Steve, más tímido pero también encantador, me cuenta que es profesor de tenis en la capital francesa.
Comemos un plato de pasta con queso y tomate, Steve toma dos que devora al instante, y de segundo una especie de pastel de patatas, con lomo y otro pisto no manchego, italiano esta vez. Yo regalo el lomo a Dawn, y repito "pastel" de patatas y pisto. Yo termino vegetariana, lo sé...
De postre, tartaleta de manzana y moras y el que nunca desaparece, el queso, todo estupendo. Para recuperar fuerzas y que durmamos calentitos debe ser, a todos nos ofrecen un chupito de algo transparente que sabe a horrores, es fortísimo y que sólo Dawn entre broma y broma es capaz de tragar. Cuando nos dicen que si queremos repetir, nuestra cara debió ser un poema porque las camareras enseguida nos ofrecieron más postre (los tres repetimos, sobre todo para quitarnos el mal sabor de boca) y té o café.
Hacemos sobremesa y yo me levanto a hacer algunas fotos desde el balcón-mirador del refugio. Hace mucho frío y viento frente al glaciar y no tardo mucho en meterme dentro con el resto.
Hoy me he propuesto dormir y me acurruco de las primeras entre las sábanas.
¡Ah! El trackatrá del GPS de los tres primeros días: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2034352
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