viernes, 18 de diciembre de 2009

Violators Pru pruuu Expedition en Sierra Nevada


Domingo, 6 diciembre
¿Recordáis cuando os dije que me había enamorado de los cielos, de las nubes, de los remolinos abstractos que el viento traza en Sierra Nevada? ¿Sí?

Pues cumplí mi promesa.
Dije que volvería pronto, y así ha sido. Mi última (y primera) estancia allí fue a finales de marzo, en parte para aclimatar e ir al Atlas, y en parte porque tenía que coronar ya un tresmil y llevarme ya alguna cima de esa altitud al bolsillo, dado que siempre me quedaba a medias por cualquier problema de diversa índole inesperada y mal avenido…

Pues eso, que este puentico de diciembre tocaba cumplir propósitos y así sucedió.
Viaje a Sierra Nevada con Sara, Rafa, Tomeu y Jorge, al cual conocí ese mismo domingo.

Algo más tarde de lo previsto, de resacón por mi parte y con unos mochilones y una compra más grandes que cualquiera de nosotros, a eso de las 9 de la noche, salimos de Móstoles dirección A-4 y que vuele la imaginación.
Paradita a comer algo en una gasofa de… ¿quizá Ciudad Real? y continuamos, que para mañana es tarde.

Llegamos a la Hoya de la Mora… pues no sé, pero cerca de los 2:30 fijo, con muchas risas y cachondeo gracias al programa de Treintaytantos en RNE y a las tres fiesteras chicas que nos cuentan y destripan cosas tan reales como aquellas que suceden en las noches madrileñas, en cualquier garito y en cualquier otro punto del país… y nos echamos a dormir. Sara y yo en el coche de Jorge. ¡Qué calorcitooo! Y los machos montañeros de culitos prietos al parking. Colocamos los coches para intentar evitar y cortar algo de viento (tarea ardua y complicada en Sierra Nevada) y allí se colocaron las esterillas y los sacos y ala, a pasar lo que queda de noche, que va a ser que queda poca…


Lunes, 7 de diciembre

Nos desperezamos. Los chicos primero, digo yo por aquello del frío y demás, y también por la chatunga que les fue a hacer las famosas encuestas de la zona. Desayunan mientras Sara y yo remoloneamos más rato en el coche.
Rafa me viola por primera vez en el aturdimiento primerizo del día... Y al rato, más despiertas, primera colocación de macutos y un cafetazo en el albergue antes de empezar la travesía para ir entonando. Aunque como imagináis, ya después de la violación ya me había quedado bastante entonada… y no sé si para bien o para mal... jeje

Comenzamos, y como no vamos ligeros, calculamos cinco horas, y en realidad tardamos algo más… Aunque no mucho más.
Jorge y yo tomamos la delantera, y a ratos por la pista, a trozos por neveros entre medias, hablando y caminando vamos acercándonos a las odiosas pistas de esquí y a tener una mayor visibilidad de la sierra y del majestuoso Veleta.
Paramos ya bastante arriba a descansar un rato, y a esperar al resto de miembros del equipo Violators Pru pruuuu en una destartalada y antigua casa del material técnico de las pistas.

Se hacen de rogar (¡como los buenos!) y yo mientras también imparto el colegueo con otra gente que hay por allí. Cuando les vemos aparecer bajo a echarles una mano, en especial a Rafa que el pobre llevaba macuto por partida doble, y a ver cómo andan.

Comemos algo juntos los cinco, y continuamos. Ahora todo por pista, pues ya vamos reventados y aún queda un trecho.
La idea es llegar al refugio forestal Villavientos, pasado el Veleta y el refugio de la Carihuela, en el lado más cercano al Mulhacén, pero el cansancio, el peso y todo lo ya ascendido nos pesan demasiado y al final, después del largo trayecto final que a todos se nos antojó eterno y latoso, dormiremos en el refugio vicac de la Carihuela, donde por suerte no hay mucha peña y sólo está Jose el sevillano, gran conocedor de toda la sierra.
Tiramos los bártulos y comemos o cenamos ya en condiciones. El atardecer se nos echa encima sin darnos cuenta, y tras algo de charla, decidir que haremos el Veleta antes del amanecer del día siguiente y unas últimas fotos...
...nos introducimos en los sacos.

Como yo no suelo dormir en la montaña y Rafa es consciente de ello, el pobre intenta cantarme nanas, pero sólo se sabe la de WarCry (guerreros y enemigos por doquiér... a ver quién se duerme así...) y la típica canción infantil de la que todos sabemos la melodía, pero la jodía letra se nos resiste. Algo así como el himno nacional… ¿no?

Y nada, después de compartir mini-almohada, anécdotas, nanas y otras canciones un poco más dignas y molonas, él se duerme y yo me dedico a dar vueltas en el saco, a contar vacas, ovejas y todo ganado que se me ponga por delante, a tararear canciones en mi mente y a escuchar con resignación los sonoros aunque por suerte lights ronquidos del compañero de refugio Jose, aquel que no durmió... como dijo al día siguiente.


Martes, 8 de diciembre

Suena el despertador de un móvil, y no tan vaguetes como otros días que vendrían después… Nos levantamos al rico té y desayuno que nos hacía el chef Tomeu, y yo agradezco que aunque siga siendo de noche, ya estemos todos en pie. ¡Las noches son eternas y aburridas a cualquier altitud sin dormir!
Nos llenamos las tripas y una mínima luz ya empieza a asomar por la costa y tierra de Almería. Y eso que queríamos hacer una nocturna al Veleta…
Aunque eso sí, de noche y con los crampones calzados, empezamos a ascender la loma que no tiene toda la nieve que esperábamos.
El alba ya nos araña el espíritu y entretiene la mirada y el paso, y no podemos dejar de admirar la belleza y detenernos casa 2x3 y 3x4 para visualizar el espectáculo que tenemos ante y frente a nosotros. Y encima en soledad.
Sempiternas auroras en los interminables cielos y nunca quietos vientos y aires de Sierra Nevada. Mágico. Y en poco más de 50m ya oteamos el vértice geodésico y la cumbre tan ansiada.
Ahora… Sí! Cumbre del Veleta anclado y varado a 3.396m sobre el nivel del mar; el cual se ve, yo me enamoro los ojos con su magnitud y claridad y… no sólo con eso, también tenemos visible Marruecos y parte del continente africano. Mágico.

Fotos y alegría visible por parte de todos. Se ve tooooodooo y más allá.
Y yo me imagino a las gaviotas por debajo de nosotros, ajenas a todo lo que acontece fuera de sus terrenos marinos. Y cruzando mares, mentes, oleajes...

Echo de menos a aquellos que no hacen lo que yo, pero que también están dentro de mí y una sonrisa pícara y diabluna se me escapa, dirección Madrid e Inglaterra. Convencida de que a más de uno le ha llegado y ha susurrado algo jamás o rara vez escuchado al oído.

Y entre tanto, me pierdo en fábulas de invención y por una vez, creo que no fui la última en bajar de la cumbre. Esos segunditos en los que a mí me gusta recrearme a solas…

Nos asomamos un poco más por debajo de la cumbre, al lado norte de la montaña. Precioso, puro hielo. La frialdad de la montaña que al menos por un lado se siente más altiva y libre de intrusos.
Qué pared tan cruelmente flemática.
Y los intrusos que por esta vez somos nosotros, ya vamos de camino al refugio entre risas y más vistas al teatro de paisajes y luces que nos ha regalado el cielo y el buen tiempo.

Llegamos, y creo que volvimos a desayunar algo más. Volvimos a recolocar los macutos, pues hoy sí tiraríamos para el Villavientos. Llegan más montañeros de paso al refu, pero hoy todos ya bajan de nuevo a Granada, pues a ellos se les ha acabado el puente y lo bueno que se daba por estos lares, mientras nosotros entramos y salimos mil veces reorganizando peso y material.
Ya con el sol bastante alto, empezamos a tirar hacia el otro refugio, con un calorazo andaluz que pa qué quillooo…

Sin pérdida, seguimos la pista y aunque se nos hace más largo de lo que habíamos imaginado dado que el camino hace más zetas que las que se veían desde la Carihuela, una vez llegamos a esta brecha entre las piedras y pizarras, ya el Villavientos queda a un tiro de piedra.
Unas dos horas desde el de la Carihuela o cerquita, eso sí, bien cargaditos.

Ya en el refugio, pues lo mismo. Más comida, más té y más fotos al atardecer.
Jorge duerme como un niño, y nosotros somos como niños.
Nos acurrucamos entre un primer saco de Tomeu, el resto de la expedición. Tenemos frío, y Sara baja su saco. Seguimos acurrucados y metiéndonos mano, pies, codos, culos... Menuda orgía más extraña ésta. Tomeu, el más listo, se ha introducido en su saco y pasa de todo y de nosotros a la vez. ¿Pero qué hacemos? Somos tontos, si hay más sacos… Pues nada, a bajar el mío y el de Rafa. Nos volvemos a colocar. Yo sobre Rafa y a medias con Sara, éste sobre Sara, y ella sobre Tomeu que sigue a su pedo.
Al poco, entre “Haz la cena”, “No, si no tenemos hambre…”, “No, ahora no, yo ya estoy durmiendo”, “Marta ¿quieres qué te viole?”, etc. vemos una cabeza del revés flotante asomando sobre la tarima de madera que dice con voz que suena somnolienta algo así como: ¿Qué hacéis? Que tengo hambre…

Qué cabrón, nos abandona en la orgía, duerme más que el sevillano de la Carihuela y encima nos exige la cena… ¡Pues habrá que cenar ya!

Y cenamos y seguimos con el cachondeo. “¡Id fuera y traed nieve!” “Alguien no lavó sus cacharros” “No, no, es que no me habéis dado tiempo a hacerlo…” Muy rico todo.

Y ahora sí, ya en orden la casa y con las tripas llenas… éstos se meten a los sacos y a mí me permiten poner música, yo a cambio les digo que no será demasiado brusca ni metalera, que la elegiré un poquito para no ahuyentarles al día siguiente o que me dejen sin comida… Algo difícil pues hay par dar y tomar, pero más vale prevenir...

Me relajo, echo de menos un billar, y mi ausencia se balancea en los océanos asfaltados y edificios de cristal, se pierde entre un café largo con leche o mejor un copazo de ron, también inexistentes. Y bueno, tras ser DJ y poner canciones que me piden, si es que las tengo en el móvil, llega la hora más odiada para mí en cada viaje de montaña. ¡El saco!


Miércoles, 9 de diciembre

Noche “no muy” larga, aunque ¡buf! y me parece mentira, habré dormido cerca de una hora. De ahí que cuando la alarma del mismo móvil relampagueé algo de estruendo en el silente refugio durante la noche, y que pone en pie a Rafa y Tomeu que van a hacer una canal o canuto como dicen por estos lugares cercana al refugio, me haga negarme a irme con ellos como dije el día anterior y quedarme en el refugio con Sara y Jorge dormitando algo más.

Los de la canal, no tardan mucho en volver y se vuelven a acostar. Y al cabo de hora y media lo menos, nos volvemos a poner en pie todos. Unos más tímidos a abandonar el saco que otros…
Desayuno energético y hoy haremos intento de cima en el Mulhacén.

Salimos del refugio sin mochilas y sin nada más que nosotros mismos y la ilusión. Qué bien sienta caminar sin nada detrás…
Pronto llegamos a la zona del refugio La Caldera, donde éste precioso circo rodea la zona...
...y grandioso también, ya se ve el Mulhacén que aunque no es tan bonito como el Veleta, es el pico más alto de toda la península ibérica.

Decidimos a merced de Sara por dónde tirar: si por la loma oeste, algo más fuerte y abrupta, o por la vía “normal”, donde andaremos más, pero será más suave la subida.
Nos decantamos por la oeste, más a mano y mejor puesta, y empezamos a ascender.
Jorge se adelanta y se queda solo en el ascenso, seguido de mí que le sigo los talones, aunque freno y pego una voz a los de abajo, para que al menos suba Rafa y me suba el chambergo no vaya a ser que por allí arriba pegue el viento y me muera de hipotermia con el buen día que tiempo que estamos teniendo…

Me sale al paso y Tomeu y Sara se quedan por detrás. Ya les esperaremos arriba nosotros.
Y tras unas hermosas vistas pegados a su lado norte, y ya por la parte más fuerte de la subida, estamos a menos de diez metros de la cima… Y no sé si será verdad lo que cuenta la leyenda del rey Muley Hacén y sus cenizas esparcidas en esta montaña, porque nosotros no vimos nada de eso, pero finalmente llegamos y coronamos el techo de la península con todo el subidón que ello conlleva.
A 3.482m tanda de fotitos. Ahora aquí, ahora así, ahora tú, y después yo…
Y echamos un vistazo alrededor y se sigue viendo media España y medio Marruecos y todo! Y el mar vuelve a saludarnos con algún que otro barco en su haber y otro también mar, pero de nubes, sobre él. Estampa inolvidable, aunque no superable a la del Veleta, con el amanecer como telón principal.

Esperamos un rato a Tom y Sara, que no aparecen. Nos asomamos Rafa y yo, no les vemos… Así que decidimos tirar para abajo y despedir la cima, o si eso ya volvemos a subir con ellos de nuevo… Pero no, es una despedida en toda regla, pues ellos están muy abajo y no entendemos qué puede ocurrir, pues parecía que iban subiendo bien.

Aprended la lección:
No os olvidéis jamás una cámara fotográfica en una piedra, roca o cualquier tipo de superficie oscura, si la funda, evidente de la cámara, también es oscura… Vamos, que directamente no soltéis una cámara y la dejéis a merced de las circunstancias; guardadla en un bolsillo, o el macuto más a mano que tengáis, si no sufriréis consecuencias de muy diversa magnitud…

Estaban buscando la cámara de Sara, que la había olvidado en una piedra, al borde del camino. Y como el camino es pequeño, y está poco vacío de pizarrones y rocas negruzcas, ahí los cinco buscando la cámara extraviada, como quien intenta localizar a Wally en sus muchos libros.

Yo por arriba con Sara, tramo por tramo, piedra por piedra… Rafa, entre medias del sendero, y Tomeu y Jorge más por debajo nos parecían cosquillear los pies y el ánimo para que siguiésemos buscando y con un poco de suerte a ver si la encontrábamos.

Entre yo que bajaba extasiada del Mulhacén y medio cegada por el hermano Sol, entre Sara que en las cuestas pronunciadas se le pone dura... ¡La espaldaaa! A ver qué os pensáis, malpensados de mirada sucia... Rafa que yo creo que seguía con el síntoma del embarazo causado por la traumática situación de portear dos macutos ya que Sara no podía por su lesión de espalda, y aunque ganas y entusiasmo no nos faltaron, al final y desde abajo oímos una voz queriendo decir que habían encontrado una cámara, que no sabían cuál era, pero chicos, no creo que el ascenso al Mulhacén sea un camposanto de cámaras perdidas y sin dueño…
Así que, bajamos para abajo, ya por lo menos con la esperanza de que aunque ellos no habían hecho cumbre, la cámara había sido encontrada, y sí, es que finalmente era la de Sara para quien pueda tener duda.

Con otro tresmil en el poder, en las retinas, el recuerdo, y en algunas de nuestras cámaras… volvemos a danzar hacia el refugio, ya con un cercano crepúsculo en los alrededores.

Cena y más fotos al atardecer
Tomeu y Rafa se van a hacer otra canal en el circo de La Caldera, donde está la propia laguna del mismo nombre...
...y yo, les sigo para acompañarles y aunque no vaya a hacer la canal, me quedaré unos minutos en el refugio si no hay nadie, pues me apetece soledad, noche y silencio por unos minutos.

A la vuelta, dado que me entretengo demasiado con mis pensares y la nocturnidad, ellos ya están de vuelta en el refugio y aprovechando que Sara y Jorge también están de pie, Sarita nos da una clase magistral de Astronomía y nos explica diferentes constelaciones.
A mí me tuvo que venir al pelo, porque ya me he visto sorprendida en Madrid mirando como tonta al cielo nocturno sin estrellas y buscando a Lira, Vega y hasta Casiopea, el Cinturón de Orión y el Cisne si me dejan y no me meten en un sanatorio mental antes…

Y nada más, como cada noche ellos al saco, y yo me quedo haciendo tiempo a ver si me tranquilizo e intento relajarme para dormir, poniendo algo de música y me vuelven a pedir temitas, yo vuelvo a ejercer de dj, y finalmente, elijo la última baladita de relax (Amaral si no recuerdo mal) y me subo también con ellos y me meto en mi saco.


Jueves, 10 de diciembre

En teoría, y debió ser así, dijimos de levantarnos sobre las 6:30 o 7 para reordenar todo y volver al refu de La Carihuela, donde ya pasaríamos la última noche y por la zona, haríamos alguna que otra cosita para pasar el día.
Pero no… Sonó la alarma, sí, e hizo su función de tal, pero Tomeu la apagó a pesar de que sonara dos veces, yo pasara del tema pues vi que nadie hablaba, y ni se movían, y nos volvimos a quedar adormilados, que en mi caso, no dormida pero en fase REM.

Cuando ya escuché algo de movimiento y, aunque todos cansados, aún no nos levantamos y nos quedamos charlando en los sacos, mientras el día ya estaba más que iluminado.
Creo que ese día, harta del saco y del descansar pero no dormir, me levanté la primera, y esperé al resto que aún se hicieron más de rogar. Menuda panda vagos estamos hechos…

Nos costó, y yo creo que hasta el desayunar, o creo que fue a mí... Da igual.
Empezamos a vaciar el refugio que nos había servido de casa y hogar durante dos días y dos noches, para meter todo en los macutos y regresar a Carihuela, el de la primera noche y bajo el Veleta.

Lo mismo, sin prisa pero sin pausa, retomamos la pista y llegamos a la primera parte de la travesía, la brecha que a mi tanto me gustó.
Y se sigue, que aún no estamos ni en la mitad del camino… Tomeu se adelanta y Jorge le sigue, yo me quedo entre medias, y al rato me disperso de Rafa y Sara pues me apetece caminar sola un rato.

Al rato, y en una de las revueltas del camino, me paro a descansar y ya Tomeu baja de vuelta para acompañar a Sara. Yo continúo y en otro descanso (se notan estas últimas cuestecitas), espero a Rafa que ya se acerca por debajo, y ya tiramos juntos al refugio donde nos espera Jorge y el apreciada agua, que ninguno llevábamos en las mochilas.

De coña, Jorge y yo empezamos a hablar de que no estaría nada mal bajar hoy al coche y volver a Madrid por la noche; que si un litro de café según bajara yo, y después en Madrid un billar, que si él quería ya ducharse y descansar en condiciones… Total, que al poco aparecen Sara y Tomeu y lo comentamos también con ellos. Y aceptamos entre todos, y decidimos comer algo rápido y bajar hacia el coche y después tirar para Madrid.

Dicho y hecho, en menos de hora y media desde el refugio estábamos ya en los coches, quitándonos las botas y la ropa, poniéndonos algo limpio, reorganizando por última vez los macutos, ya cada uno el suyo propio, y haciendo el reparto de la comida sobrante y del material prestado por unos y otros.

Y uno de mis momentos más ansiados por fin se hace realidad. Volvemos todos al albergue (no sé cuál pues allí hay un montón), y me pido casi casi literal, medio litro de café, mientras ellos también se toman algo. Qué bien sienta (en cierta medida y manera) volver a la civilización…

Y c’est fini. Volvimos a Madrid repartidos en los coches, paramos entre medias a vaciar la vejiga y a comprar algo de papeo, y el bueno de Jorge me acompañó a casa en su coche.

A ver cuándo repetimos otra compañeros de travesía.
¡Hasta pronto!
PD: Y nada más Sierra Nevada, como la primera vez y aún si cabe más encandilada de ti, tus perfiles y montañas, juegos de colores y luces, vientos y sombras, sé, volveré pronto...


¡Feliz Navidad y Feliz y Año a todos! Nos vemos en enero.
...Ahora toca Italia.